El salto conceptual desde la mesianidad popular tradicional hasta la mesianidad celeste y expiatoria, que anunciaba la inminencia del Reino de Dios en la Nueva Jerusalén como cumplimiento de la esperanza de la promesa de Dios a su pueblo, exigía un testimonio único y supremo ofrecido por el propio Jesús en cuanto Dios encarnado, testimonio diáfanamente formulado por él mediante una fórmula reitera