El profesor Aldwyn, hombre de ciencia, se despierta una mañana junto al sillón en el que se había quedado dormido y lo encuentra ocupado por «un intruso». No tarda en darse cuenta de que el intruso es él mismo. Un espíritu llamado John Forest lo acompañará en sus primeros pasos por el mundo más allá de la muerte, guiándolo por sus esferas y jerarquías. El profesor tendrá ocasión de reencontrar a sus difuntos parientes y también de ver cómo su muerte es recibida en el mundo de los vivos. Sin embargo, habiendo sido en vida un hombre necio y egoísta, mal marido y peor padre, la experiencia no será muy agradable.
El mensaje del muerto (1894) de Florence Marryat, con su humor y su despliegue sobrenatural, recuerda al Cuento de Navidad de Dickens y anticipa ¡Qué bello es vivir! de Capra. Pero es asimismo un pequeño tratado de espiritismo, una creencia que, en la Inglaterra de finales del siglo XIX, cautivó a escritores como Conan Doyle y a científicos como Alfred Russel Wallace: en esta novela dibuja otro mundo a la vez severo y protector, en el que es posible el arrepentimiento y la bondad.