El Derecho español salvo durante la Segunda República ha reconocido desde sus más remotos orígenes la unidad e indisolubilidad del matrimonio, y su complementariedad sexual orientada a la procreación. Desde 1981 se inicia un vertiginoso proceso de 24 años que elimina todas estas características, salvo la unidad, que por el momento subsiste.
Tras un breve análisis de esos años, el autor expone los motivos que hacen necesaria una mayor coherencia con la naturaleza humana, con los valores de la cultura occidental y con la propia realidad social. Desfigurar una institución nuclear de la sociedad erosiona las bases de la propia sociedad, perjudicando también la eficacia misma del Derecho.