Argumento de El Matón Al que Engañaban las Mujeres
La suerte le ha dedicado media sonrisa a Bellón: una seductora pelirroja le contrata para protejerla de un marido celoso. Todo demasiado bonito para ser verdad como un programa de televisión porque en la vida de Bellón nunca suenan violines de fondo. Al mismo tiempo, sigue ganándose la vida ejerciendo de soplón para Azucena, la policía a la que lleva tiempo vendiendo información. Pero ella ya no muestra interés por los chivatazos de Bellón. El nuevo comisario la tiene amarrada a su mesa, apartada del trabajo de calle, solo por ser lesbiana.
Bellón descubre que con la pelirroja nada es lo que parece. Algo que él ya sospechaba. Caminar siempre por el lado empinado de la calle enseña muchas cosas, entre ellas que fiarse de una pelirroja es tan difícil como decirle que no.
Paralelamente, Bellón hace uno de los encargos cotidianos que le dan de comer. Parece un trabajo más, pero hay mucha miga debajo de una dura corteza. Arriesgándose a pasar el resto de sus días cosiendo balones a la sombra, Bellón convierte el encargo en arma letal contra el comisario meapilas.
Tal vez lo que la suerte le dedicaba no era una sonrisa, sino una amarga mueca.1