-¿ SON FICTICIOS LOS PARAÍSOS?-
La Casa del Ancón
Muy poca era la gente que se atrevía a visitar aquellas playas. Su camuflaje natural y el aspecto salvaje de la vegetación, acobardaba incluso a los viajeros más curiosos. San Bartolomé y la Silla del Papa, nido de buitre y águilas, protegen, como dos brazos maternales, una de las ensenadas más hermosas de la tierra. El Mediterráneo y el Atlántico coquetean con estas playas, aman besar sus costas que fueron una sola, hasta que un día, hace tantos siglos ya, alguien fue castigado. Y aquél, con poderosos músculos, urgido por el tiempo, separó ambas orillas... O al menos eso es lo que cuentan.
En esta tierra, árida para el cultivo pero amable con el lentisco y la sabina, el viento de levante salta de improviso clavando miles de alfileres de arena en las pieles enrojecidas por el sol, quemando todo lo que encuentra a su paso. Ese viento maldito ateza las caras de unas pocas docenas de personas que decidieron quedarse, pues posiblemente no hubieran podido pasar ni un sólo día sin mirar ese color del mar, o por cualquier otra razón escondida en sus almas, hace su caminar pausado, como arrastradas surgen las palabras de sus labios, y durante años ha preparado sus espíritus para soportar los mayores castigos de la naturaleza.
Sin embargo, las pocas personas que osaban adentrarse por aquellos caminos polvorientos o enfangados jamás olvidaban la paz, el gozo que habían sentido al contemplar cómo la bahía se hacía plata al atardecer. Cómo se ponía el sol detrás del Ancón, y aunque sea difícil de creer, si asciendes lentamente la duna, tan blanca como la piel del invierno, hay allí un mar de árboles que la brisa mece con languidez. Y si te adentras en el bosque pudiera embargarte la esperanza de que la tierra aún puede salvarse.
El silencio.
Esas pocas personas quedaban hipnotizadas de por vida y volvían cada año, y narraban a sus amigos o compañeros de trabajo que existe un lugar muy al sur donde aún es posible que el alma se adormezca, el mar te abrace acariciador y el aire, si no viene vengativo, juguetea suavemente con el pelo de las mujeres, les tiñe ligeramente la piel y las hace arañar momentos de felicidad.
Por eso allí saben más jugosos los besos. PRIMERA PARTE ¿SON FICTICIOS LOS PARAÍSOS? La Casa del Ancón SEGUNDA PARTE BREVE AUTOBIOGRAFÍA DE UN TIPO MELANCÓLICO Infancia y adolescencia CARTAS Una
Mr. Groomy
Inspiración
El pintor
Una mariposa blanca de luz
...y los lentiscos tiritaron de placer
En las cuevas de Hércules
REQUIEM
Por los caminos de la madurez I
Por las caminos de la madurez II
Reencuentro
Dos
Tres
Cuatro