Nadie querría morir orinándose encima. Es mucho peor que morir desnudo, sin un atisbo de dignidad. Cuando me preguntan cómo me gustaría morir, yo respondo con el vestido de flores moradas. Es el más bonito que tengo. El juego de las sillas, además de un pasatiempo infantil, es una metáfora de la vida: cada vez, alguno de nosotros se quedará sin sitio, y deberá abandonar el juego. El amor, la guerra, la libertad, la rebeldía poderosos y eternos dardos que atraviesan las vidas de los moradores de un pequeño pueblo. Tres voces femeninas tejen la red de esta novela: conoceremos a Teresa, Martina y Eulalia en su infancia, correteando por los adoquines, y en su juventud, con sus ilusiones y rupturas, y también hoy, asomando, ya ancianas, a través de las grietas de la memoria, tomando café, cada cual en su silla Una novela de estilizada belleza construida sobre los sentimientos, pero también sobre la dignidad y sobre el papel reparador de la memoria.