El autor ha dedicado gran parte de su vida a la docencia y a las finanzas, ha publicado tres libros que nada tienen que ver con la literatura, pero que afirma se han vendido más que los de Cuauhtémoc (que tampoco tienen que ver con la literatura). Ahora por razones desconocidas incursiona en la narrativa. Ha olvidado, o no quiso declarar, ni su edad ni su lugar de nacimiento, dice que por eso no tiene ni credencial para votar. Tampoco se sabe si el nombre con que firma es verdadero o un simple seudónimo. De su basta producción de cuentos eligió para este libro algunos relatos relacionados con temas sobre la escritura o la lectura, tratados todos ellos con un tono humorístico, algunos pueden ser clasificados dentro de la metaficción, como: El procesador de historias, El crucigramista, El periodista poseso, Los modelos, El cuento inconcluso y El final elusivo. Otros son tratados en tono divertido como: El lenguaje universal, El premio Antinobel. La formicación virtual y El mal fisonomista. Incursiona en el campo del ensayo en: La pelea del siglo y El pesimista. En la fantasía: Las lecturas de mi tía, La coleccionista y El día que Abel perdió la cabeza. En lo abstracto: El hombre hueco, El cojo y El grito. En la minificción: El puente pasivo, El hombre alfabeto, Pancho memoria, @ y Último cuento. Dos narraciones me cuesta trabajo clasificarlas: La rebelión de los Ceros y El Hotel Infinito. Puede ser que el autor haya descubierto un nuevo género literario.