En forma de ensayo, el hombre sobrepasado se pregunta sobre la cuestión metafísica en la sociedad presente. Esta pregunta resulta un hecho equidistante entre el poeta y el burgués, actualmente financiero o mercader. El poeta es aquel que siente máximamente la desolación metafísica, es decir, el hecho de habernos quedado sin Dios y sin dioses. El burgués, y todos somos pequeños burgueses o lo anhelamos ser, es aquel que vive sin metafísica, aquel que en realidad necesita no tener ningún tipo de metafísica para poder vivir, y hacer, como ha hecho la sociedad totalmente mercantil gracias al recurso de la tecnología. Las consecuencias en el arte y el conocimiento de esta sociedad burguesa son palpables en la forma de nihilismo que la constituye necesariamente. Entonces, ¿por qué el poeta en tiempos de desolación, como preguntaba Hölderlin? Y he aquí que el poeta, inútil en todo, resulta ser el cruce entre sentir, pensar y ser. El poeta atestigua la cruda intemperie, donde existimos en el tiempo, pero sin saber.