Nuevos patrones de consumo y nuevas actitudes hacia la propiedad, menos centradas en la vivienda y en los automóviles. La transformación de millones de empleos del sector servicios en profesiones de clase media, que considerarán a los trabajadores como una fuente de innovación. Nuevas infraestructuras que acelerarán el transporte de personas, de bienes y de ideas. Un paisaje económico totalmente distinto y mucho más denso, organizado en torno a «megarregiones» que impulsarán el desarrollo de nuevas industrias y empleos, así como un modo de vida completamente nuevo.
No es la primera vez que atravesamos una situación sumamente complicada. Las crisis son un elemento necesario de los ciclos económicos, porque nos dan la oportunidad de ver con claridad qué funciona y qué no. Permiten que las sociedades vuelvan a nacer y aparezcan renovadas, fuertes y con una nueva orientación. Ahora tenemos la oportunidad de anticipar cómo será ese futuro mejor, y de emprender los pasos que nos permitan llegar antes a él.