Argumento de El Fugitivo de Borneo
Habíamos pasado una guerra y mi padre estaba en la cárcel, pero mi hermano y yo sólo pensábamos en cuánto nos aburríamos en aquel nuevo colegio al que nos había llevado mi madre. ¿Quién habría inventado los colegios? Sólo sentados en la arena de la playa, escuchando las aventuras de Salvador, se nos olvidaban nuestros pesares y malos tragos. Salvador nos explicaba, a trozos, las aventuras de su vida y, desde luego, había vivido muchas. La última vez nos había dejado con la curiosidad pegada al cuerpo, cuando nos contó cómo había escapado de la cárcel en la que estaba encerrado junto al legendario Sandokán, justo antes de ser ejecutados1