Argumento de El Epistolario (1924-1935)
Casi todos los escritores destacados de la joven literatura española de los años 20, incluido el propio José Bergamín, sienten una admiración enorme por la figura de Manuel de Fala. No sería exagerado decir que para Federico García Lorca, Rafael Alberti, Gerardo Diego y un largo etcétera, el ejemplo de la obra del músico, sobre todo a partir de EL SOMBRERO DE TRES PICOS, resulta tan significativo como, por ejemplo, el de Juan Ramón Jiménez. En el caso de Bergamín, la figura de Falla es especialmente importante porque a la dimensión artística de su ejemplaridad se añade otra, de índole espiritual. "Maestro en la música y en la fe", lo llama Bergamín en la dedicatoria que lleva su libro MANGAS Y CAPIROTES, publicado en 1933, y a pesar de las diferencias -de temperamento y de filiación política, por ejemplo- que, casi irremediablemnete, separan al discípulo del maestro, Bergamín no dejará nunca de reconocer la doble deuda fundamental que tiene con Falla. Además de documentar ampliamente por primera vez la significación y desarrollo de las relaciones entre músico y escritor, el propósito de esta edición de las cartas que se cruzaron entre ellos en los años 1924-1935 -años cruciales para ambos- es iluminar la doble vertiente de la admiración que siente Bergamín por la obra y la persona de Falla. De esta manera, quisiera hacer una aportación -modesta pero oportuna, creo- a la conmemoración tanto del centenario del nacimiento de aquél (1995) como del cincuentenario de la muerte de éste (1996). Nigel Dennis0