Desconocía el candidato a patibulario los precisos escalones que durante la noche y madrugada de ese día aciago habían montado, amartillado los oficiales y peones carpinteros. Ese ruido constante, monótono, ese toc, toc, se le metía en los oídos, le penetraba el cacumen y no le permitían dormir, más insoportables eran esos continuos ruidos ¡y además desacompasados! que el saber de una hermosa y nueva cuerda de esparto trenzada para el momento le estaba esperando en una cita a las siete de la mañana. Maldita sea ? pensó ?no voy a poder conciliar el sueño con tanto golpeteo.