Si no existe un sujeto individual preformado con respecto a las potencias vitales que lo atraviesan y lo constituyen; si el sistema de derecho, con su promesa de igual distribución, sólo expresa y sanciona, legitimándolo, el resultado, a su vez provisorio, de las relaciones de fuerza derivadas de choques pasados; si hasta la institución del Estado, tal como es pensada por los teóricos de la soberanía, no constituye más que la envoltura inmunitaria destinada a someter a los súbditos a un orden que a veces contrasta con su propio interés, en lugar de proteger de ello; si todo esto es cierto, entonces, la relación entre los hombres está sometida a un proceso de radical revisión, que el diccionario político moderno es totalmente incapaz de encarar.