Cuando el lector llama a las puertas de un trabajo literario, espera una marcada forma de hacer; algo que responda a una estética prefijada.
Desde la primera página de un libro de poemas, se espera respirar la rima y se pretende conseguir una musicalidad y un ritmo que, en su discriminación con la prosa, aunque sea poética, marque las distancias con aromas diferentes; la pluma tocada por la belleza.
Ambas técnicas, magníficas y singulares por sus propios valores, pueden ser tratadas en un mismo trabajo, pero el logro de la mezcla, en un solo texto, puede llevar a experiencias que el espíritu agradece.