El conde de Abranhos es un estadista, orador,
ministro, presidente del Consejo, etcétera, etcétera, que bajo esa grandiosa apariencia resulta
ser un bribón, un pedante y un burro. De manera que el propósito del libro (además de una crítica de nuestras costumbres políticas) es la exposición de las mezquindades, estupideces, bellaquerías y sandeces que se esconden bajo un hombre a quien todo el país proclama grande. Zagalo, el secretario, es tan necio como el ministro y lo más piquant del libro es que, queriendo hacer la apología de su amo y protector, el idiota de Zagalo nos presenta en toda su crudeza la nulidad del personaje.