CÉSAR GARCÍA ÁLVAREZ
Con los diagramas sapienciales que se analizan en la primera parte de este libro, los gnósticos pretendieron completar el designio que la filosofía se había propuesto desde sus orígenes. Pues si esta aspiró a enseñar al ser humano a regular sus pensamientos mediante la razón, los diagramas le enseñan a cultivar los más amplios campos de su imaginación y afectividad. El instrumento para ello consiste en la interiorización de lugares geométricos y de figuras que, ubicadas en esos lugares, representan potencias espirituales. Mediante la conversión de la mente en urbe y enciclopedia celestes, el ser humano se prepara para el autoconocimiento; es decir, para el reconocimiento de su condición divina originaria.
La segunda parte propone una hipótesis audaz: el mandala budista ;quizá la manifestación más característica del pensamiento y el arte sagrado asiáticos; tiene un origen completamente distinto y distante de su entorno cultural: un origen que se remonta a la Grecia del siglo I a. C., a los diagramas sapienciales gnósticos descritos en la primera parte de esta obra monumental. Se analizan aquí las etapas más hermosas y sugerentes de ese periplo: las sustentadas en las concomitancias de las diversas escuelas escépticas con la filosofía clásica budista y las que se basan en el florecimiento del arte grecobúdico de Gandhara.