La llamada que le rompe el sueño a Villaamil, Inspector de la Brigada de Patrimonio, comunicándole un crimen sobrecogedor y horriblemente escenográfico dentro de un museo modernista no es más que un detonador, que rompe las costuras de su vida y le lleva a un universo desconocido y le enfrenta a sus propios fantasmas. Ni todos sus viajes, ni su pasado en la interpol, ni su descreída experiencia vital, le han puesto nunca tan a prueba. Villamil, hijo de anticuarios, culto y apasionado por el arte descubre entre las calles doradas de Salamanca, los cafés de Madrid, una galería de Londres o una Quinta de Sintra, que nada es lo que parece y que no lo ha sido nunca. Sentirá, atónito, en medio del frío y la noche cómo la vida a veces puede plantearse dar segundas oportunidades. Buscará debajo de cada piedra una explicación y un culpable cuando puede que nada exista, al tiempo que se deja embriagar por la magia que hay tras unos muros fríos, tras unos ojos, o unos labios o tras un universo extraño de muñecas antiguas. No hay mejor forma de conocer la ciudad que acompañando a Villaamil en su caos interior, que al tiempo quiere poner orden en un mundo exterior que no tiene respuestas, o tal vez sí.