El agua del abedul es la crónica de un viaje visto desde la mirada del exiliado, del emigrante, del transterrado, una mirada diferente que se simboliza en el agua del abedul de donde los rusos obtienen sustancias alcohólicas que usan, en forma de brea, para curtir la piel, y en forma de vozka, para colorear las mejillas. Rusia está clavada a las nubes por los troncos de los abedules; así pende del cielo. Según una creencia tradicional, desde sus copas se ve cómo, abajo, desfila formal la historia de la humanidad.