Desde hace miles de años, el ser humano ha empleado drogas con fines medicinales, ceremoniales y recreativos. No obstante, la acerba prohibición que hoy en día se extiende sobre las sustancias psicotrópicas y estupefacientes a lo largo del planeta data apenas de finales del siglo XIX: cuando el gobierno de los Estados Unidos ordenó cerrar los fumaderos de opio, se inauguró el sistema jurídico paternalista, conservador y dogmático que otorga al Estado el papel de padre protector de un ciudadano concebido como incapaz de tomar decisiones. En aras de preservar al individuo del consumo recreativo de drogas, se ha cerrado el acceso a plantas como la amapola, la cannabis y la coca, limitando su uso a fines científicos y médicos, lo que reporta beneficios solo a la industria farmacéutica. Las cifras de los daños colaterales de la guerra contra las drogas demuestran que este sistema normativo prohibicionista no funciona. Al margen de los lugares comunes sobre los efectos negativos del mercado de drogas, como violencia, crimen organizado, lavado de dinero, corrupción, tráfico de armas, este trabajo brinda un panorama del funcionamiento del sistema normativo que define la existencia de un mercado ilegal de sustancias psicotrópicas y estupefacientes y se pronuncia por construir un nuevo paradigma entre seres humanos y drogas.