Los profetas fueron personajes fuera de serie: místicos con ojos abiertos a la sociedad y la historia, solidarios con el pueblo, con solidaridad crítica, defensores de los aplastados y de la ética por encima de los intereses socioeconómicos, políticos y religiosos -¡por algo les tocó enfrentarse con los sistemas de poder!-, soñadores de un futuro nuevo. Seres humanos de carne y hueso, encarnan, con todo, el corazón apasionado de Dios. Sus libros, los libros proféticos, son, en palabras del filósofo Eugenio Trías, «impresionantes escritos, uno de los más grandes monumentos de la escritura y del pensamiento de la humanidad». Nos inquietan e interpelan, nos turban y nos estimulan, nos hieren y nos dan esperanza. Los grandes temas de su mensaje resultan de eterna validez: las lacras de las sociedades humanas, las contradicciones del ser humano, sus llantos y gritos de liberación, la esperanza y la desesperanza, la crítica de la religión? También este segundo tomo de Drama y esperanza intenta abordar los libros proféticos en clave de lectura existencial, en diálogo con la complejidad de nuestra vida, de nuestro siquismo humano, de nuestra fe y de nuestro tiempo.