En 1897, las librerías inglesas recibían la primera edición de Drácula de Bram Stoker. Nadie podía sospechar entonces que el personaje que apareció como una negra sombra desplegando sus alas de murciélago en mitad de la represiva sociedad victoriana, no dejaría desde entonces de regresar de la tumba para encarnar y atormentar los sueños y deseos de la sociedad occidental. A su paso por la historia del siglo XX, ha reflejado los horrores de la Primera Guerra Mundial y los temores de una civilización que veía frustrados sus sueños de futuro; ha servido como conservador látigo tanto como de acicate para la liberación sexual, y como héroe romántico e infeccioso que volvía a aparecer, casi un siglo después, como nuevo símbolo de una plaga. El Conde Drácula no ha dejado de visitar nuestras habitaciones durante más de un siglo, y lo seguirá haciendo siempre y cuando nosotros, sus víctimas (y creadores), sigamos susurrándole entre las sábanas al verle en la ventana: «Entra» * * * * * ?Drácula está llamando a su puerta para contarles su historia. La de él y la de usted. Por favor, déjenlo entrar? ALASKA