Mark Spragg rememora su infancia y adolescencia en un remoto rancho en el noroeste del estado de Wyoming, donde todos los miembros de su familia, desde los tiempos de los legendarios cow-boys , crían caballos en inmensas praderas, cuyo horizonte se extiende hasta el infinito y donde las ventiscas suelen ser inmisericordes. La galería de personajes que pueblan ese mundo perdido hace honor a este territorio salvaje: tipos rudos y con frecuencia pendencieros, viejos tramperos que ven desaparecer sus tradicionales modos de vida, veteranos de la segunda guerra mundial siempre dispuestos a contar alguna anécdota. Seres condenados a vivir en plena comunión con una naturaleza traicionera y sus peligros, y que acompañan los ritos de paso del joven protagonista hacia la madurez.
Las evocaciones de este libro nos hablan de la búsqueda del amor y de la confianza en las propias fuerzas, y nos describen a los últimos habitantes de las praderas del Medio Oeste norteamericano, cuya forma de existencia mal conocida y hasta absurdamente idealizada por la gente de ciudad parece estar viviendo sus últimos días.