Raúl Sendic fue un Quijote de nuestro tiempo, habiendo contribuido
decididamente a que se preste atención y se mejore la vida de miles de
hombres, mujeres y niños de nuestra campaña más desvalida.
El Bebe Sendic fue un hombre insólito, de azarosa trayectoria y final
trágico y heroico.
Su gesta significó un punto de inflexión para el norte pobre del Uruguay
de la segunda mitad del siglo xx. Se constituyó en el procurador que
dedicó su erudición, inteligencia y perspicacia a defender hasta las
últimas consecuencias a los trabajadores rurales, explotados por
empresarios y terratenientes que violaban sin escrúpulos cualquier
rudimento de derecho laboral, dando a sus peones y jornaleros un trato
torpe y brutal.
Es esa tarea de generosa nobleza la que asemeja a este oriundo de
Chamangá, Flores, a otro veterano de las proezas humanas, líder de otros
pobres del pasado oriental: José Artigas. En su novela biográfica,
Daniel Chavarría enfatiza esa imitación del prócer que tanto se propuso
y consiguió su protagonista, aunque también el narrador insiste en que
Sendic mucho tuvo también del idealista caballero cervantino en ese afán
implacable por vengar agravios y ayudar a menesterosos.
Fundador de la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas e incansable
activista en sindicatos diversos, pasó a ser pieza clave del Movimiento
de Liberación Nacional, Tupamaros. Por su lucha junto a los cañeros, sus
queridos ?peludos?, y luego por sus acciones guerrilleras, debió
convertirse en uno de los fugitivos más buscados y perseguidos por la
policía y las fuerzas armadas de épocas dictatoriales, a las que casi
siempre logró burlar con estrategias por cierto novelescas y
arriesgadas.