Pueblos anacrónicos con calles de tierra recalentada, seres fantasmales
que aparecen y desaparecen. Los afectos se desvanecen, el amor se
frustra y la muerte puede irrumpir a la vuelta de la esquina. Fornaro
construye con maestría un mundo de estirpe onettiana, donde los
personajes están signados por el peso de sus propios destinos.
«Desde el título de Murmuraciones inútiles, Milton Fornaro da cuenta de
un mundo construido a partir de conjeturas, intrigas, acertijos y
especulaciones que se ciernen, en medio de una predominante desolación,
sobre personajes signados por el peso de sus propios destinos. [...]
Montado sobre un escenario de agobiantes siestas, en pueblos anacrónicos
con calles de tierra recalentada y seres fantasmales que aparecen y
desaparecen al sesgo, ese mundo de estirpe onettiana (y sutiles
afinidades también con García Márquez) se presenta en general escéptico
y violento: en él los afectos se desvanecen, el amor se frustra y la
muerte irrumpe a la vuelta de la esquina o finalmente llega anunciada
por una agonía. A veces, con frecuencia, se suman una cuota de humor (en
particular de ironía) y una forma de curiosidad que no teme el
calificativo de morbosa como línea de investigación ni rehúye los
enigmas que el ingenio detectivesco propone como desafío».
Wilfredo Penco
Pueblos anacrónicos con calles de tierra recalentada, seres fantasmales
que aparecen y desaparecen. Los afectos se desvanecen, el amor se
frustra y la muerte puede irrumpir a la vuelta de la esquina. Fornaro
construye con maestría un mundo de estirpe onettiana, donde los
personajes están signados por el peso de sus propios destinos.
«Desde el título de Murmuraciones inútiles, Milton Fornaro da cuenta de
un mundo construido a partir de conjeturas, intrigas, acertijos y
especulaciones que se ciernen, en medio de una predominante desolación,
sobre personajes signados por el peso de sus propios destinos. [...]
Montado sobre un escenario de agobiantes siestas, en pueblos anacrónicos
con calles de tierra recalentada y seres fantasmales que aparecen y
desaparecen al sesgo, ese mundo de estirpe onettiana (y sutiles
afinidades también con García Márquez) se presenta en general escéptico
y violento: en él los afectos se desvanecen, el amor se frustra y la
muerte irrumpe a la vuelta de la esquina o finalmente llega anunciada
por una agonía. A veces, con frecuencia, se suman una cuota de humor (en
particular de ironía) y una forma de curiosidad que no teme el
calificativo de morbosa como línea de investigación ni rehúye los
enigmas que el ingenio detectivesco propone como desafío».
Wilfredo Penco