La peregrinación de Benedicto XVI a Portugal, del 11 al 14 de mayo de 2010, fue tiempo de gracia y de fortalecimiento para la Iglesia y de luminosa propuesta para toda la humanidad. Asimismo, el viaje volvió a contribuir al acrecentamiento de la figura de Benedicto XVI como el Papa sabio y humilde, sereno y firme que la providencia ha regalado a la Iglesia y a la humanidad. El mismo Pontífice, postrado ante la imagen de la Virgen de Fátima, pidió la intercesión de la Señora para que «el Papa sea firme en la fe, audaz en la esperanza y ferviente en el amor».