Hoy el mundo solo parece real si se contempla a través del visor (ahora pantalla) de un aparato fotográfico o de una cámara de vídeo. Las nuevas técnicas de imagen facilitan un acceso prácticamente ilimitado a la repetición de tomas fotográficas y su posterior edición y mejora, lo que nos permite regresar de los viajes con una cantidad ingente de imágenes, generalmente de buena calidad, salvando pequeños matices, como encuadre oportunidad, etc. Sin embargo las imágenes cuando son fruto de una observación minuciosa y de la comprensión del papel que el objeto juega en la naturaleza, permiten en la mayoría de los casos mejorar las descripciones verbales, y en el caso del dibujo o la pintura, suministrar más información que las fotografías. El dibujante científico debe comprender el modelo, ser capaz de concentrarse en los rasgos característicos del objeto. Por eso me fascina perder unos minutos en hacer un boceto, tomar un apunte rápido para fijar en el papel, pero sobre todo en el alma, los objetos, emociones y vivencias de un viaje. Cuando viajo procuro llevar conmigo un cuaderno de dibujo, lápices y una caja de acuarelas de bolsillo. Este texto está sacado del prólogo que el investigador Miquel Alcaraz, autor de este maravilloso cuaderno de bitácora de uno de sus viajes científicos a la Antártida, a bordo del Hespérides en 2009.
Miquel Alcaraz es profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) en el Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona. Su trabajo de investigación se ha enfocado hacia el estudio de la estructura y función de las comunidades planctónicas, el papel del zooplacton en las redes tróficas marinas, y la interacción entre variables físicas y fenómenos biológicos en el Mediterráneo, el Atlántico y ambos polos. Ha descrito dos especies nuevas para la Ciencia, y ha publicado más de 120 artículos científicos y libros. Es miembro de los comités editoriales de revistas científicas internacionales como Journal of Plankton Research y Scientia Marina.