En el verano de 1936, Pío Baroja veía pasar ante su casa de Itzea, en Vera de Bidasoa, autobuses llenos de obreros que enarbolaban banderas rojas y cantaban La Internacional . Al cabo de unos días, las fuerzas carlistas que habían salido de Pamplona lo sorprendieron de viaje y lo retuvieron en el sótano de una cárcel. Tras quedar en libertad, Baroja cruzó la frontera y pasó unas semanas en la margen francesa del Bidasoa. La guerra civil en la frontera es la memoria de ese tiempo y reúne noticias, rumores y testimonios recogidos durante las dos semanas iniciales a la contienda. Baroja, enemigo de partidismos y escéptico de la política española ni la República ni los partidarios del alzamiento lograron convencerle de lo contrario, tuvo que alejarse de una tierra conmocionada por la incipiente guerra civil y emprender su exilio a París.
Rojos y blancos recoge, a su vez, las experiencias del escritor en la capital francesa y su estancia en Basilea, donde pasó como refugiado unos días tranquilos, aunque inciertos, hasta que la carta de un amigo le informó de que podía regresar a España, «a mi rincón del País Vasco, allí de donde salí a disgusto, forzado por las circunstancias». Reportajes y Bagatelas de otoño , donde la descripción de paisajes, gentes y recuerdos se aúna al sentido del humor más barojiano, completan la edición de estas memorias.