Aunque el detalle la dejó tocada, Irene no habría vuelto a pensar en ello de no ser porque el primer día del curso escolar se topa con una sorpresa entre la fila de padres que acompañan a sus hijos al colegio.
Desde ese momento, tendrá que lidiar con una niña huérfana de madre que apenas habla y que se aferra a ella en busca de afecto, y con el padre de la pequeña y su descomunal ego, solo comparable a su atractivo.
Como era de esperar, el amor llegará despacio y casi sin darse cuenta, entre relatos de lobos y cerditos arquitectos, gatos abandonados, letras y desencuentros cargados de química.