Nuestra vida es un eterno aprendizaje. Cada instante algo nuevo. Cada día, un nuevo sol. Cada paso un mundo por descubrir. Así, página a página escribimos nuestra propia historia; unos más, otros menos; unos muy felices, otros poco. Y al final, ahí queda nuestro testimonio de lo que fuimos, de lo que pudimos ser y de lo que no quisimos ser. No se trata de construir castillos, tampoco de verlos caer. No se trata de bajar las estrellas, tampoco dejarlas de ver. Se trata de poner pies en tierra firme y caminar por el sendero indicado, sin pretender seguir el camino de otros, sino de hacer historia abriendo nuestro propio camino. Quien lucha por sus sueños es valiente y atrevido; quien deja de luchar es un pobre desdichado. Quien persevera en la innovación es un creador de sueños, quien declina en su intención trabajará para otros dueños. La historia la escriben los triunfadores, de los cobardes nada se ha escrito. El éxito está en la perseverancia, quien no persiste no alcanzará la importancia. Por eso, a mitad de la jornada, vale la pena parar y meditar si lo que hago es lo que quiero y si lo que quiero es lo que soy. Porque llega un tiempo que ya no es de preguntar, sino de dar respuestas a lo que realmente queremos. Los sueños están en el futuro, del pasado ya nada importa. Si un día nos equivocamos nadie lo recordará, pero si un día triunfamos lograremos la libertad. Al final de nuestra historia, queda mucha experiencia acumulada, muchos éxitos conseguidos, muchos sueños realizados, muchos proyectos cumplidos. De cada uno depende qué historia queremos contar?