El perfil del mundo marginal y periférico es recreado en la ficción novelesca de este libro. Es el mundo del barrio que aquí Víctor Ramírez bautiza como Los Laureles, porque los barrios, como las personas, tienen nombre. Es el barrio montañoso y más alejado de Siete Sitios. Ramírez lo sitúa en el centro cumbrero de la isla. La ironía corrosiva del narrador se muestra entre los pliegues de su discurso cuando compara la escuelita del pueblo con el orden imperante en el Colegio de religiosos ricos.