Charles Darwin no fue un niño corriente. Era capaz de coleccionar cualquier cosa que se le pusiera a tiro. Y cuando la gente pensaba que ya no le quedaban más escarabajos ni monedas raras que amontonar por los rincones, se embarcó en un extraordinario viaje alrededor del mundo. Llenó cajas y cajas de reptiles, peces y pájaros increíbles. Y al ordenar su nueva colección, descubrió que contenía un secreto que cambiaría el mundo.