Sin embargo, el reconocimiento de que constituye una herramienta básica de comprensión del mundo social, no significa eludir la exposición de sus atolladeros epistemológicos y morales. Así, el título del libro señala con ironía la indolencia con la que circula en los discursos especializados de las ciencias sociales, las humanidades y los medios de comunicación. Entendida recurrentemente, y confusamente, como una superestructura «ideal», como una reliquia de la tradición o como un objeto destinado a los espacios de la exhibición, el ocio y el consumo, la cultura viene a ser representada como una bagatela en la vida práctica. La definición precisa emprendida por el autor desde el ámbito de indagación de la epistemología y la metodología de la etnografía, y con una cierta dosis de reconstrucción histórica, permite resituar el concepto de cultura en el lugar central que siempre ha ocupado en el pensamiento antropológico.