Una nueva forma de vida surge en el mundo: cuerpos sin materia, como si fueran hologramas. La lucha por el poder entre los con y sin, no se hace esperar?
Cuerpos sutiles es la novela póstuma de Miguel Ángel Diéguez, de la que el escritor Gregorio Morales comenta: «Diéguez une la investigación en un campo nuevo como es el de los ?seres inmateriales? y su relación con los ?corpóreos?, junto a una fluidez, creatividad y belleza tanto del lenguaje como de las situaciones, componiendo una obra maestra, y lo digo así de claro, sin tapujos, joya además de la llamada literatura cuántica, grupo al que perteneció activamente el autor, y el lector encontrará uno de los momentos más felices e intensos de su escritura».
Una novela psicológica que propone una reflexión interesante sobre las relaciones humanas
SOBRE EL AUTOR
Miguel Ángel Diégues, (Madrid 1941-2003). Su literatura ha sido definida como «la subversión sistemática» y la radiografía lúcida y despiadada de la sociedad actual a la que ve teledirigida, amordazada por el poder de unos pocos. Esa misma literatura, verdaderamente innovadora, ha sido encuadrada en la denominada «novela cuántica». Interesado por la novela destinada a la juventud, trabajó durante más de veinte años en editoriales como experto en literatura infantil y juvenil. Autor de La balada de Robin Hood (1978), El muñidor muñidoLos forajidos de la palabraSor Patrocinio (Madrid, Editora Nacional 1981, con Arturo González), Los días del duopolio (Madrid, Libertarias-Prodhufi 1989), En la Gran Manzana (Alicante, Epígono 1997), El portal chino (Barcelona, Alba 1999).
EXTRACTO
?¿Estás en huelga, o qué? ?preguntó Luis.
?Me han puesto en huelga indefinida. Ignoro cómo me ha pasado algo tan... No te lo vas a creer. He perdido el cuerpo. Lo que estás viendo es sólo una imagen de lo que fui.
?¡Venga ya...! ¡Déjate de cachondeos!
Juan hizo una breve exposición de lo que le había acontecido en las últimas horas, desde que salió en busca de Ramón Heredia hasta su insólito despertar aquella mañana. A medida que hablaba, el rostro de Luis pasó de la seriedad a la sonrisa cáustica.