La sorprendente extensión de los trastornos del límite ha desvelado la poca consistencia de una clínica anclada en la rigidez diagnóstica de las estructuras clínicas y ha obligado a la clínica del sujeto a tener más en cuenta los procesos de construcción de la subjetividad, de la inscripción de la pulsión como demanda inconsciente. Estos fenómenos clínicos revelan mecanismos y aspectos que se observan en todo el campo de la subjetividad. Por otro lado, ese creciente aumento de los trastornos del límite guarda relación con un tipo de sociedad que ha extraviado la orientación del criterio moral, de la transmisión y del acogimiento, que no sabe cómo escribir en el cuerpo la pérdida y la temporalidad, y que no ofrece otro remedio a la angustia que el activismo y la insensibilidad.