A través de las divertidas crónicas de esta bufa y «grandiosa epopeya agraria» Chesterton ironiza sobre el «distribucionismo», política de redistribución de tierras que defendió fervientemente en su juventud, cuyo conocido lema exigía la concesión de «tres acres de tierra y una vaca» para cada campesino inglés.
Algunos fragmentos de esta novela, como el discurso del capitán Pierce en defensa de los cerdos, en el que llega a afirmar que la pocilga es «el edificio medieval más digno de la vieja Inglaterra» y a sugerir que «los huevos y el jamón deberían figurar en el escudo de armas de la Casa Real»; o como «El impresentable aspecto del coronel Crane» (una de las historias de amor más delirantemente hermosas que se hayan escrito), quedarán sin duda durante mucho tiempo en la memoria del lector.