Hace ocho años publicó el autor su primera recopilación de cuentos, que fue seguida por una nueva recopilación cuatro años después. He aquí la tercera, después de idéntico intervalo. Que hayan pasado cuatro años entre recopilación y recopilación no es una cuestión banal. Significa que cada uno de estos libros no es el resultado de una rápida y acelerada selección, sino del decantado de haber leído y escuchado centenares de cuentos, de los que el autor ha desechado lo que él llama «baratijas moralizantes», para escoger los que sirven como recursos que muestren que la realidad depende también de cómo la miremos, que podemos trabajar nuestra mirada y, de ese modo, alterar mágicamente las apariencias.
Si nos paramos a pensar, los cuentos reflejan la vida misma, de la cual nos muestran diferentes facetas: nuestra convivencia con los demás, los sentimientos y los valores contrapuestos, la posibilidad de elegir... Estimulan la reflexión de mayores y pequeños, favorecen la identificación con los personajes y, según avanza la lectura, se puede aprender a tomar decisiones personales que vienen inspiradas por la moraleja (moral pequeñita, dimensión ética) más o menos explícita del cuento.