Argumento de Cuatro Actos de Presencia
Un tiempo que confía su memoria a las máquinas y que al mismo tiempo condena al olvido eterno a los miembros que desaparecen está reclamando, a menudo sin saberlo, un acto de presencia. Un mundo que se parapeta tras el opaco telón de los sonidos y se pierde entre palabras que buscan entretener, confundir, disimular, aturdir o narcotizar anhela a cada paso un acto de silencio. Una época que persigue a toda costa la claridad exacta y evita por todos los medios cualquier atisbo de duda, de imperfección o de misterio sueña en lo más íntimo con al menos un acto de paradoja. Una sociedad que nunca mira atrás porque nada se detiene, porque todo avanza imparable hacia delante, porque el vértigo ahoga cualquier resquicio de consciencia, mendiga, aunque sea mínimo, un acto de memoria.1