Los dos se sentían solos. El matrimonio de Bíll había naufragado cuando el éxito le sonreía. El de Adrían iba a la deriva a causa de un embarazo que su marido no deseaba. Entonces se encontraron, e irresistiblemente atraídos por el temor qué les unía y el pasado que les separaba, compartieron el dolor y la nostalgia, y consiguieron romper el muro de su infelicidad.