A lo largo de esta obra, degustaremos los nueve primeros capítulos del libro de la sabiduría con el paladar del alma como diría san Agustín. Haremos la experiencia de la cercanía de Dios quien acoplándose a nuestro espíritu se aviene a compartir con nosotros su propia sabiduría, alma de nuestra alma y hasta carne de nuestra carne. Cataremos la palabra que sabe a Dios en un maridaje perfecto: la palabra y la sabiduría, un vínculo tan unido que cuando la saboreamos tiene una sensación distinta, es amarga y dulce a la vez, tiene el gusto de lo imperecedero, el aroma de vida eterna, en embocadura es madera de cruz y trigo candeal, el color transparente como la brisa, el brillo de sol que alumbra una fragancia de ternura infinita, y un perfume de misericordia que se expande por todo el ser. En el paladar muestra su equilibrio y la perseverancia incondicional de sus aromas y esencias, y cuando llega a lo más íntimo de nuestra naturaleza, podemos degustar el tanino de la resurrección, ese color de sangre que hace blanquear nuestras vasijas, saborear y degustar primicias de Vida Eterna, pues la auténtica sabiduría es Cristo Jesús Señor nuestro.