Mientras tanto, frente a las costas africanas, en la pequeña isla de Santa Elena, el general Gourgaud busca un camino para la fuga de su señor, el emperador destronado Napoleón Bonaparte, cautivo a dos mil leguas de Francia a manos del ejército británico. Junto al ilustre prisionero, una corte de franceses sufre el rigor de un exilio incierto que se prolonga durante cinco años. Cada uno de estos cortesanos posee un motivo no confesado para encontrarse en la isla, pero para todos ellos la duración del destierro es ya demasiado larga, y el alejamiento de la civilización que conocieron sólo se explica por un fuerte sentimiento de lealtad.
Esa lealtad da muestras de resquebrajarse a medida que la evasión y el indulto se hacen más improbables. Y cuando Cratón el Homicida desembarca en la isla ocultando el objeto de su visita, los rumores de asesinato contra el viejo emperador comienzan a aflorar.