Argumento de Corrupciones
Durante mucho tiempo se pensó que la corrupción sólo era un rasgo consubstancial a la política en países subdesarrollados y escasamente democráticos. Hoy es difícil continuar manteniendo esa ficción. Los escándalos son ya un elemento central en los grandes debates públicos en las naciones desarrolladas, generan constantes denuncias y preocupan a una opinión pública que ve cuestionados los principios de honestidad que deberían orientar la política democrática.Y no sólo por la manera en que se vulnera la confianza de los ciudadanos, sino por las dificultades con que se enfrenta la ley a la hora de castigar las prácticas fraudulentas de los políticos. De tener un carácter accidental, individual y loca, los atentados contra el bien común por parte de quienes deberían representarlo han pasado a asumir una condición crónica, estructural y global. Ahora bien, ¿qué se entiende por «corrupción»? ¿Cuáles son las relaciones entre corrupción política y delincuencia económica? No en todos los países se interpretan como corruptas las mismas actuaciones y no siempre se persiguen con igual intensidad. La corrupción puede asimilarse de manera indistinguible a veces a los abusos de poder, a las financiaciones ilegales, a la participación en negocios oscuros, al tráfico de influencias o a la degradación de las instituciones en general. Un concepto tan difuso como el de «corrupción» requiere una reconsideración que lo contemple en plural y lo libere de las ambivalencias que lo afectan. En esta obra se repasan las consideraciones sobre la corrupción que se formulan desde las diferentes tradiciones políticas democráticas, tanto a nivel de su definición como del castigo que deben merecer. Un argumento aparece en cualquier caso como nuclear: el que todas las formas de corrupción que afectan a funcionarios, administradores públicos o instituciones en las sociedades avanzadas se derivan de la difícil compatibilidad entre la ética que debe regir las instancias democráticas y la lógica de los intereses financieros, es decir, entre la racionalidad política y la racionalidad económica.1