El autor plantea este libro como unas confesiones al estilo de los de San Agustín. Solo que el santo las escribe para dar cuenta de su paso del ateísmo a la fe, mientras que el autor se sirve de ellas en sentido inverso, es decir, para explicar su paso desde la fe al ateísmo. Y no cabe duda de que conoce bien el tema. No en vano, dice, ?he sido durante veinticuatro años jesuita y de ellos doce, cura obrero?.
Por ello su crítica se dirige no ya al cristianismo dogmático y mítico de Benedicto XVI o Rouco Varela (sería poco original y demasiado fácil), sino al cristianismo inteligente y progresista que pretende dialogar con la razón (como Hans Küng, Pagola?) o a la fe que concibe el seguimiento de Jesús como una opción por los pobres al estilo de Monseñor Oscar Romero, Ignacio Ellacuría y, en general, toda la Teología de la Liberación de la que el autor se considera seguidor.
La obra se divide en dos partes. En la primera se analizan los tres argumentos en los que el autor reconoce cierta consistencia argumentativa a favor de la existencia de Dios: el origen del Universo, el problema del más allá y la figura histórica de Jesús de Nazaret. El autor los va planteando con rigor y a la vez los va descalificando con igual rigor y no menor contundencia.
En la segunda parte se plantea las razones que tiene para no creer. El autor no considera satisfactorias las explicaciones de la teología progresista de reformular los dogmas o reconocerles un valor simplemente simbólico. Y lo hace mediante una crítica al libro de Pagola ?Jesús: una aproximación histórica? y de Roger Haight ?Jesús, símbolo de Dios?.
En fin: un libro de rabiosa actualidad que apasionará a todos aquellos interesados en el tema de la fe y en la validez del cristianismo.