En la esquina de los vientos de veranos a orillas del Mediterráneo han surgido estos poemas-cuentos, casi para niños, casi para adultos, tan inocentes como un alma que aprendiera a crecer. Transmiten la sensación del eterno peregrino, de un lado u otro de la costa, o de las nubes, que busca nuevas oportunidades más allá del horizonte. Se palpa la sensación de sentirse lejos en otras tierras y perdido al regresar. Entre los recuerdos que más perduran en nuestra memoria seguramente está el de las nanas y el de los cuentos que nos cantaban y contaban cuando íbamos a dormir. Imaginar lugares de fantasía nos ha llenado casi siempre de fascinación. Lugares en los que poder hacer realidad las inquietudes que albergan los sueños, o personajes con los que vivir insospechadas experiencias. Pero en ocasiones, no hay tanta inocencia en los textos infantiles. Señales de soledad, dolor, injusticia, hambre, envidias, deseos, anhelos danzan entre las letras dispersando por el aire vapores de la angustia y los temores que sufrimos cuando hemos sido niños. Pero a diferencia de la vida, siempre suelen terminar bien, porque han derrotado el mal.