Con los estudios de la climatología insular realizados por los naturalistas europeos dio comienzo el establecimiento de los cimientos del despegue del turismo. Sin embargo, no son geógrafos ni meteorólogos los que se preocuparon, los que se acercaron al estudio del clima canario, sino médicos dispuestos a estudiar las características climáticas de Canarias con fines terapéuticos. En el siglo XIX se exploró de forma mucho más sistemática y con un claro sentido terapéutico las excelencias climáticas de las Islas, fundamentalmente de Tenerife y Gran Canaria, hasta tal punto que podemos hablar de una literatura de viaje médica por sus rasgos distintivos. En este siglo el médico se convierte en un viajero incansable cuyos apuntes tomados durante la estancia insular van a tener un gran éxito entre los eruditos y hacendados que se desplazaban de un lado a otro en busca de su convalecencia, y entre ellos mismos, porque los médicos-enfermos eran los primeros que se desplazaban a los lugares idóneos para la cura de sus dolencias.