La experiencia de deshacer, físicamente, la casa de los padres tras su muerte, el reencuentro con objetos, libros, fotos y recuerdos de lo que fue un tiempo pasado, el caminar las estancias vacías que hospedaron nuestra niñez, adolescencia, juventud y compartieron madurez, la presencia de la vejez en nuestros padres y la sospecha de sus primeros síntomas en nosotros mismos, constituye el centro de Las cenizas del nido, un poemario escrito desde el vértigo de la constatación de que la vida puede que no sea más que un tránsito por la memoria.