Como si nunca aprendiera a existir, como si cada dolor fuera nuevo y nueva cada alegría, el poeta se sorprende de todas las alteraciones que trastornan su vida. No duran los momentos de plenitud, ni puede sostenerse el instante de la visión, ni permanece constante el conocimiento. Perplejo, el poeta considera que toda vida es alteración : de la abundancia a la escasez, de la generosidad al egoísmo, de la pureza a la vileza ; se gana en conocimiento, pero puede perderse el alma en el tránsito de la vida.
Aunque no hay ilusión sin dolor y todo deslumbramiento es, también, ceguera, el poeta asiste a la resurrección de la gracia, al despertar de la verdad que parecía escondida para siempre y reconoce su presencia. Se sorprende de que aparezca de nuevo la claridad y de que él esté allí para contemplarla y de que la vida sea, por un instante, el cumplimiento del deseo.