Juan Pablo II se dirige a los ancianos y a todos los cristianos para reivindicar la valoración y dignidad de las personas mayores como testigos de una época y depositarios de la memoria colectiva. El Papa invita a toda la sociedad a recuperar el respeto por las personas mayores, ya que la ancianidad tiene una misión que cumplir en el proceso de madurez del ser humano en el camino hacia la eternidad.
El Papa se une espiritualmente a los ancianos y, sumándose a la tradición de la Iglesia y al magisterio, nos recuerda que la palabra de Dios siempre ha mostrado una consideración especial por la edad avanzada: Abrahán y Sara, Moisés, Tobías, Eleazar, Isabel y Zacarías, Simeón o Ana nos demuestran que los ancianos forman parte de los planes de Dios.