Bobby Callahan, un joven reservado y con el rostro deformado que había llamado la atención de Kinsey Millhone en el gimnasio del barrio, se le acerca un día y le cuenta que, tras el accidente que le dejó amnésico y con el cuerpo zurcido de cicatrices, está convencido de que alguien quiere matarle, aunque ignore por qué. La poli se había alzado de hombros ante sus temores y su adinerada familia cree que le falta un tornillo. Pero él tiene miedo, un miedo mortal, y le pide a Kinsey que le ayude y le proteja. «Poco hay por dónde coger este caso», piensa ella, pero, como Bobby le cae bien, es obstinado y está maltrecho, acepta trabajar para él. Sin embargo, tres días después, Bobby Callahan aparece muerto. Para Kinsey Millhone, un trato es un trato, y nunca abandona un caso a medio camino. La habían contratado para impedir un asesinato ; ¡ahora le toca buscar al asesino !