La autora lleva décadas enseñando un budismo que podría definirse como dionisiaco, con meditaciones guiadas en un contexto terapéutico donde se transmite una implícita fe en la espontaneidad y el instinto. «Mi manera de presentar la meditación tiene muy presente la idea de una complementariedad entre el no hacer y el fluir, el controlar la mente y dejarla libre, así como entre dos formas del desapego: la renuncia (apolínea) a los impulsos y la no interferencia (dionisiaca) ante la corriente de la vida».
En sus meditaciones guiadas, la autora no solo integra Occidente y Oriente, sino también las tradiciones budistas Theravada, Mahayana y Vajrayana. Los practicantes son invitados a una meditación devocional basada en la música clásica; a un encuentro interpersonal silencioso de profundas implicaciones; a atender al dolor con alegría; a contemplar el espacio, la nada, el universo, la propia muerte o el presente eterno que somos, en un manual de meditación concebido como una guía para aprendices y expertos.