Braque, el patrón no es un texto fácil de definir. Es al mismo tiempo una semblanza del pintor, una interpretación de su pintura, un manifiesto artístico propio y una suerte de poema fragmentado en prosa.
De hecho, podría decirse que Paulhan escribe como pinta Braque: en fragmentos superpuestos que dejan entrever otros fragmentos. Así, el recorrido que hace de la vida y la obra de Braque no es ni cronológico, ni lineal, ni siquiera lógico, sino que encaja y se sostiene por el hilo virtual que entreteje las impresiones frente a un escaparate de París, los recuerdos de una infancia en El Havre y una conversación en el estudio del pintor muchos años más después. Sólo al terminar tendrá el lector la impresión de haber entrado en ese universo Braque y de empezar a comprender la disparatada brillantez de quien nos abre sus puertas, Paulhan.